El Astrónomo Aficionado.

Como en cualquier trabajo por el que uno sienta aprecio, la evolución en el campo de la astronomía entre los aficionados debe ser considerada como un hecho inherente e imprescindible. Algunos reciben la flecha de Urania cuando aún son prácticamente unos escolares de delantal, caso del que escribe, otros más bien entrados en años pero, en unos y otros, el interés por el conocimiento de esta bella ciencia irá creciendo inevitablemente.

La primera fase por la que pasa un «protoaficionado» es la de la curiosidad por poder entender que son esos centenares de puntos luminosos que decoran la bóveda celeste. Con ayuda de unos prismáticos descubrirá nuevas estrellas e incluso objetos de aspecto difuso sobre los que. generalmente, carecerá de toda información. Con un poco de interés el aficionado adquirirá sus primeros libros, un planisferio y algún atlas estelar. Este es un periodo muy bonito ya que uno empieza a descrifrar los jeroglíficos estelares reconociendo las constelaciones, diferenciando los planetas y entendiendo mejor el movimiento de la bóveda celeste. El reconocer las constelaciones será tan importante para nosotros como para Marco Polo hablar el chino Han. El aspecto del cielo cambia radicalmente una vez uno ha aprendido a leerlo. Ahora las estrellas dejan de parecernos iguales, distinguimos colores e incluso apreciamos algunas formas mitológicas. Observamos Venus, Júpiter, Saturno, Marte y Mercurio ... ¿ Quién podía creer que serían visibles a simple vista ?.

Llegados a este punto el astrónomo aficionado, en una segunda fase, toma la decisión de formar parte de ese cosmos y de investigarlo. Superada la capacidad que nos ofrece la visión a través de unos prismáticos la compra del primer telescopio es el primer objetivo. Normalmente este primer instrumento será muy simple. un refractor de 60 mm, un reflector de 100 mm o incluso algún aparato algo mayor. La segunda fase es muy corta. El aficionado utilizará su telescopio y descubrirá las buenas posibilidades que le ofrece a pesar de su pequeño tamaño. En la fase tres habrá llegado el momento para pasarse a la observación activa. Lejos de seguir siendo un mero espectador y admirador de las maravillas del firmamento uno querrá anotar, dibujar y medir lo que observa. Habremos quedado prendados definitivamente por la musa de la Astronomía en un camino sin retorno del que, como en un agujero negro, ya no podremos salir.

Junto a la observación quedará patente la necesidad de una adecuada lectura. Lentamente uno irá abandonando las obras generales para adquirir conocimientos más concretos de las cosas, nuestras preguntas serán más profundas y las respuestas no siempre serán de nuestro entendimiento pero, aún así, eso lo asimilaremos puesto que empezaremos a entender la insignificancia de nuestro ser en la inmensidad del Universo, lleno de secretos codificados.

En la fase tres tendremos un amplio abanico de posibilidades a la hora de realizar trabajos de observación. La observación del Sol, la heliofisica, puede resultar muy interesante, estudiando día a día la evolución de las manchas y fáculas, calculando la rotación del Sol en diversas latitudes, en definitiva, comprobando uno mismo in situ muchas de las cosas que habremos leído sobre el astro rey. La observación es importante, pero si no es acompañada de una adecuada instrucción a través de la lectura, perderá gran parte de su significado. En planetas como Júpiter y Saturno, o Marte en oposición, tendremos, así mismo, un buen filón del que sacar provecho. De la observación de Júpiter podremos llegar a calcular su rotación, el aspecto fluctuante de algunas de sus más notorias peculiaridades atmosféricas, la translación de sus sátelites jovianos e incluso su misma diferenciación. De Saturno, anillos y satélites centrarán nuestra atención y, de Marte, el desarrollo del casquete polar a lo largo de las estaciones marcianas, los detalles de la superficie del planeta, etc.

En esta fase, también cazaremos algún asteroide o cometa, comprobando su movimiento sobre el fondo de estrellas, observaremos algunas estrellas variables a las que seguiremos con mayor o menor fortuna, veremos decenas de galaxias diferenciando su tipo por su aspecto, nebulosas planetarias, reflexivas, de emisión ..., con todo lo cual habremos adquirido una importante experiencia que nos llevará a la adquisición de un telescopio de 20 a 30 cm de abertura con el que, seguramente, seguiremos haciendo lo que antes pero con muchas más posibilidades.

En todo este proceso evolutivo es tremendamente importante para el aficionado poder contar con otros compañeros atraídos por la Astronomía, con los que uno pueda aportar y recibir experencia, información etc. Ello hace que uno progrese en este campo con mayor rapidez y más fácilmente. La existencia de una agrupación astronómica como la nuestra es un buen centro donde hacer converger la experiencia que en mayor o menor medida podamos tener todos sus miembros. Lo cierto es que el árbol de la Astronomía tiene muchas ramas y cada uno de los miembros de una agrupación puede aportar inestimable ayuda desde la rama en la que ha posado su interés.

En la cuarta fase el astrónomo aficionado tendrá la necesidad de tener un observatorio. Ese es el sueño dorado, una meta que con anterioridad habríamos creído remota pero que a estas alturas, cual progreso evolutivo darwiniano. se convierte en un nuevo paso inevitable, imprescindible y necesario. Una vez más, la agrupación astronómica puede convertirse en el marco donde alcanzar este sueño. ¿ Quién iba a creerse hace dos años que la AAS estaría en estos momentos haciendo «una producción en cadena» de bóvedas para construir sendos observatorios ?. Después, seguramente, todo dependerá de la necesaria colaboración por parte de ayuntamientos o demás entidades públicas o privadas, de la misma manera que nos ayuda Almoines al cedernos un estupendo local de reunión o Gandía al concedernos una subvención.

En la fase cinco uno tiene ya el instrumental adecuado para la investigación más parecida a la profesional. Llegado este momento, dos son los enemigos contra los que deberá hacer frente el aficionado. Por una parte el tiempo, (y no precisamente el atmosférico), terrorífico elemento al que dificilmente lograremos vencer, que seguramente conseguirá devaluar nuestros trabajos que no ilusiones. Por otro lado, el ya mencionado observatorio, lugar ideal donde poder instalar nuestros telescopios, ordenadores, cámaras, libros y demás elementos imprescindibles de nuestro trabajo, lugar por el que tendremos que luchar si realmente queremos conseguir una poderosa arma difusora de la Astronomía, lugar, en definitiva, donde puedan fraguarse nuevos logros en el campo científico del que todos nosotros hemos decidido tomar parte.

La rapidez es una cualidad de la que la prisa es su vicio y, como en todas las cosas, la paciencia puede ayudar, finalmente, a conseguir lo que uno quiere.