La Tormenta Perfecta

por José Lull García
jlullg@nexo.es

Llegado el mes de Noviembre los aficionados tienen una cita irrenunciable con lo que en los últimos años se ha convertido en uno de los fenómenos celestes más atractivos que podemos ver a lo largo de la vida: la tormenta de las Leónidas. ¿cuál es el origen de dicho fenómeno? ¿desde cuándo sucede? ¿qué nos encontraremos este año? ¿cuándo deberemos observar?. En las siguientes líneas intentaremos responder al lector éstas y otras cuestiones de interés.

Normalmente, la de las Leónidas no deja de ser una lluvia con un THZ realmente bajo y poco interesante para los observadores no especializados en el campo de los meteoros. Sin embargo, cual ave Fénix, aproximadamente cada 33 años renace de sus cenizas para ofrecer un gran espectáculo celeste que difícilmente pueden olvidar los afortunados que tienen la suerte de contemplarlo.

Las Leónidas tienen su origen en las numerosas partículas que en cada paso por el perihelio deja su cometa progenitor, el Tempel-Tuttle. Este cometa fue descubierto el 19 de Diciembre de 1865 por E.W.L. Tempel en la Osa Mayor. De modo independiente, el 6 de Enero de 1866, 18 días después, también fue detectado por H.P. Tuttle, por lo que el cometa Tempel-Tuttle (también conocido como 1866 I) fue denominado así por el apellido de ambos observadores. Con las observaciones efectuadas en 1866 se pudieron establecer los parámetros orbitales básicos con los que calcular su período orbital, que se estableció en 33 años. Sin embargo, el cometa no fue encontrado en sus dos pasos siguientes, en 1899 y 1932, siendo recuperado en 1965 gracias al exámen exhaustivo que J. Schubart hizo de su órbita. El último perihelio del cometa Tempel-Tuttle fue el 28 de Febrero de 1998 (fig. 1). En aquellos días el cometa brilló en torno a la magnitud 8 y llegó a tener una coma de unos 12'. El próximo paso no se dará hasta el año 2031.
Figura 1: Toma CCD realizada por Akimasa Nakamura el 27 de Enero de 1998 con el telescopio de 60 cm del observatorio de Kuma Kogen, Japón (tomado de http://comets.amsmeteors.org)

 

 

 

 

Posteriormente, se han revisado observaciones muy antiguas para intentar buscar otros pasos del progenitor de las Leónidas. Así, parece ser que el cometa de 1366 es el Tempel-Tuttle. Ese cometa llegó a acercarse a tan solo 3.5 millones de kilómetros de la Tierra, por lo que de los cometas registrados a lo largo de la historia éste tiene el peligroso honor de haber sido el tercero que más cerca ha pasado por nuestro planeta. De todos modos, el Tempel-Tuttle de 1366 no fue mucho más brillante de la magnitud 3. De igual modo, el cometa observado el 26 de Octubre de 1699 debe ser el mismo que el anterior.

Como hemos visto, el padre de las Leónidas no se caracteriza precisamente por ser un gran cometa, pues sólo en dos ocasiones, en el siglo XIV y en el XVII, se ha dejado ver a simple vista. En todo caso, su desintegración paulatina ha dado origen a las Leónidas, sobre las que en las siguientes líneas entraremos un poco más en detalle.

Las Leónidas han desempeñado un papel importante dentro de la historia del estudio de la naturaleza de las estrellas fugaces. En 1686 Edmund Halley especuló sobre la posibilidad de un origen extraterrestre de las estrellas fugaces, pues hasta entonces las mejores explicaciones tendían a afirmar que los meteoros se producían en la atmósfera, del mismo modo que los rayos, pero sin acertar a saber qué era realmente lo que los producía. Hace unos dos siglos, gracias a la trigonometría se pudo demostrar que las estrellas fugaces tenían su origen a una considerable altura sobre la superficie terrestre, altura que podía variar entre los 100 y los 75 kilómetros. Del mismo modo, se pudo calcular que estos objetos se desplazaban a altas velocidades, de unas decenas de kilómetros por segundo. Con estos datos, algunos investigadores reafirmaron la teoría del origen extraterrestre sugerida por Halley, pero la mayoría seguía pensando que debía tratarse de algún tipo de descarga eléctrica producida en la atmósfera. Fueron precisamente las Leónidas las que permitieron un avance definitivo en la investigación sobre el origen de estos hermosos y efímeros objetos.

En 1833 se había producido una espectacular tormenta de meteoros (fig. 2), así que se investigó en las observaciones antiguas para ver si podía establecerse algún modelo cíclico evidente. Corría el año 1837 cuando Wilhelm Olbers predijo que la siguiente tormenta se produciría entre 1866 y 1867, es decir, alrededor de 33 años después de la gran lluvia observada unos años antes. Olbers acertó en su hipótesis y en 1866 una nueva tormenta pudo ser observada desde la Tierra. Además de confirmar la hipótesis de Olbers, también se comprobó que las estrellas fugaces parecían partir de un punto situado en la constelación de Leo lo cual, a su vez, confirmaba un estudio realizado entre 1832 y 1833 por D. Olmsted, quien en aquellas fechas ya había situado acertadamente el punto radiante, aventurandose incluso a decir que el origen de las estrellas fugaces podía estar en una nube de polvo en el espacio interplanetario.

Figura 2: Las Leónidas de 1833 sobre las cataratas del Niágara (tomado de http://comets.amsmeteors.org)

En 1866 se produjo la gran tormenta de meteoros que confirmaba la hipótesis que 29 años antes había lanzado Olbers, y entre finales de 1865 y principios de 1866 se descubría el cometa 1866 I (55p/ Tempel-Tuttle). Sin embargo, la relación entre las Leónidas y el cometa Tempel-Tuttle no sería reconocida hasta 1867. Calculados los elementos orbitales del cometa y de las fugaces de Leo, y viendo las similitudes entre sus parámetros, se llegó a la conclusión de que éstas eran producidas por el propio cometa. Los astrónomos G. Schiaparelli y Le Verrier resolvieron el problema. El Tempel-Tuttle, con un período orbital de 33 años, durante cada uno de sus acercamientos al Sol producía una elevada cantidad de desperdicios que se esparcían a lo largo de su órbita. Esta nube de partículas desechadas durante los momentos de máxima actividad del cometa en su perihelio debía tener, por tanto, el mismo trazado orbital que su progenitor, el cometa, de tal modo que en ocasión del cruce entre las órbitas terrestre y cometaria, la Tierra podía entrar dentro de esa nube cometaria, con lo que las partículas que la componen entran en la atmósfera terrestre y se desintegran. La velocidad geocéntrica media de las Leónidas es de 72 km/s. A esa enorme velocidad entran las partículas cometarias en la atmósfera terrestre, sufriendo el elevado calentamiento que da lugar al fenómeno de la estrella fugaz. Así fue como las Leónidas y el cometa Tempel-Tuttle sirvieron para explicar el origen de las estrellas fugaces.

El punto de intersección de la órbita terrestre con la del cometa Tempel-Tuttle se produce cada 17-18 de Noviembre, de tal modo que aparentemente los meteoros parecen salir de Leo (fig. 3).

Figura 3: Radiante de las Leónidas (dibujo del autor elaborado mediante Sky Astronomy Software v. 5.0 y Paint Shop Pro 5).

Es en esa fecha cuando el THZ (Tasa Horaria Zenital) se dispara exponencialmente y llega a su máximo. Días antes del máximo la Tierra alcanza las estribaciones del tubo cometario (nube de partículas), de modo que la actividad meteórica comienza a incrementarse según nuestro planeta va barriéndolo y se acerca al punto de intersección. Pasado el máximo, la actividad vuelve a decaer, desaparece, y no vuelve sino hasta el año siguiente. Hemos de considerar que el enjambre meteórico no es homegéneo a lo largo de su órbita, pues presenta desigualdades en su densidad de tal modo que la tasa de actividad puede variar enormemente según el cruce de órbitas se produzca coincidiendo con una nube más o menos densa. Debemos recordar que con cada paso del Tempel-Tuttle a la órbita del cometa se añade una nueva nube de polvo cometario, es decir, en la órbita del cometa deben quedar huellas (a través de esas nubes) de los pasos por las cercanías del Sol que en los últimos cientos de años ha realizado el cometa. Sólo recientemente se ha podido establecer un modelo preciso que, teniendo en cuenta la presencia de esas diversas nubes en la órbita del Tempel-Tuttle, puede predecir el momento concreto en que tienen lugar los máximos de las Leónidas y su THZ. Sobre esto volveremos más adelante.

Si bien es cierto que cada 33 años las Leónidas se pueden presentar en forma de tormenta meteórica, entre tanto, éstas no dejan de ser un lluvia con un THZ realmente bajo. Conociendo el ciclo de tormentas de las Leónidas es posible viajar en el tiempo y verificar antiguas observaciones de Leónidas. Las primeras investigaciones en este sentido fueron realizadas en 1841 por E.C. Herrick y en 1864 por H.A. Newton. En 1958 el estudio de S. Imoto e I. Hasegawa, en el que se incluían documentos anteriores al siglo XIX de China, Japón y Corea, suposo un gran adelanto. Cuando se leen las referencias de los últimos mil años hay que tener en cuenta que debido a la influencia gravitatoria de los planetas sobre la órbita del Tempel-Tuttle, el punto de intersección de su órbita con la de la Tierra ha ido retrasándose con el paso de los siglos, de modo que el máximo de las Leónidas se producía a mediados de Octubre durante el siglo X, finales de Octubre durante el siglo XVI y mediados de Noviembre durante el siglo XX.

En el año 901 d.C. el historiador Eutychius de Alejandría decía: "En Egipto, en la mañana del Miércoles 9 Dhu al-Qa'da, durante la última mitad de la noche hasta la mañana, las estrellas estuvieron muy perturbadas. Los cielos se llenaron de estrellas fugaces esparcidas por el Este y el Oeste, por el Sur y por el Norte. Nadie podía mirar fijamente los cielos debido a las numerosas estrellas fugaces que caían". En los siglos siguientes hay otras referencias a grandes lluvias de estrellas fugaces desde China, Japón, Francia y Arabia que parecen coincidir con las Leónidas. Sin embargo, quiero señalar especialmente una muy descriptiva que está incluída en la Cronicas dos reis de Portugal (1600) y que hace mención de un suceso acontecido en la mañana del 23 de octubre de 1366: "había en los cielos un movimiento de estrellas, del que nunca antes se había visto ni oído. Desde la medianoche, todas las estrellas se movían del Este al Oeste, y después de estar juntas comenzaban a moverse unas en una dirección y otras en otra. Y después de esto, ellas caían del cielo en tal número, y tan juntas, que según descendían lentamente por el aire parecían grandes y ardientes, y el cielo y el aire parecían estar en llamas e incluso la tierra parecía estar a punto de prenderse en llamas. Los que lo vieron cayeron en tal miedo y desmayo que quedaron pasmados, imaginando que todos quedarían muertos, y que el fín del mundo había llegado". Sin duda, esta descripción relata lo que fue una tremenda tormenta de Leónidas en la que miles y miles de estrellas fugaces debieron sorprender a los atónitos observadores que esa noche alzaban su mirada al cielo.

De 1799 tenemos documentos, en referencia a las Leónidas, que nos hablan de brillantes meteoros. Cabe mencionar las descripciones de F.H.A. Humboldt que cuando se encontraba en Sudamérica detectó miles de meteoros. Él mismo se encargó de elaborar un informe en el que se recogían observaciones del fenómeno efectuadas en diversas partes de América y Europa.

Una de las más grandes tormentas que se recuerdan es la que aconteció en la mañana del 13 de Noviembre de 1833 (fig. 4).

Figura 4: Tormenta de las Leónidas en un dibujo de 1833 (tomado de http://leonid.arc.nasa.gov).

Los observadores calcularon unos 1000 meteoros por minuto, aunque tal avalancha de fugaces les impedía poder hacer un registro concreto. Se cree que, en realidad, durante el máximo pudieron caer unas 100.000 estrellas fugaces por hora. La grandiosa tormenta causó miedo a algunos y fascinación a otros. Y aunque aún seguían creyendo que ese fenómeno debía relacionarse con la electricidad en la atmósfera, fue con la tormenta de 1833 cuando se inició el camino que llevaría al descubrimiento final del origen de los meteoros. Además, con la tormenta de 1833 se pudo definir por primera vez con precisión la radiante de la lluvia. Esto fue realizado por Olbers, A.C. Twining y W.E. Aiken quienes establecieron, respectivamente, las siguientes posiciones: AR 150º Dec 20º, AR 148.4º Dec 22.3º y AR 148.2 Dec 23.8º.

La tormenta de las Leónidas de 1866 tenía una importancia especial, pues al producirse confirmó la teoría del ciclo de 33 años propuesto por Olbers. Dos años antes del retorno, Hubert A. Newton examinó las referencias que en los últimos dos mil años hablaban de estrellas fugaces, encontrando que las Leónidas podían haber sido observadas anteriormente, según lo demostraban documentos del año 585 d.C., 902, 931, 934, 1002, 1202, 1366, 1582, 1602 y 1698. Newton pudo así ofrecer, con más precisión que Olbers, un período de 33.25 años, predeciendo el retorno de las Leónidas el 13-14 de Noviembre de 1866, y así sucedió. Los observadores contaron unos 2000-5000 meteroros por hora, y el máximo se dió en Europa a la 1:10 TU. Al año siguiente, a pesar de la Luna se pudieron contar unas 1000 por hora, lo cual quiere decir que la lluvia pudo ser mucho más intensa de lo que pareció. En 1868, bajo cielos oscuros, el máximo ofreció unos 1000 meteoros por hora. En 1869 la lluvia descendió en el máximo a 200 meteoros por hora y en los años siguientes bajó a la tasa normal de 10-15 meteoros por hora.

Entre finales de 1865 y principios de 1866 se descubría el cometa Tempel-Tuttle, al que en 1867 T. von Oppolzer calculaba un período orbital de 33.17 años. Casi al mismo tiempo, Le Verrier, utilizando las observaciones de la tormenta de 1866 calculaba la órbita de las Leónidas. En breve, y de modo independiente, Dr. Peters, G. Schiaparelli y von Oppolzer percibieron la semejanza entre las órbitas del Tempel-Tuttle y las Leónidas, con lo que el origen de estas últimas quedaba en evidencia.

La siguiente tormenta de Leónidas fue calculada para 1899 y así fue anunciada por los astrónomos en numerosos periódicos, confiados en el acierto que Olbers y Newton habían hecho en 1866. En 1898 se registraron durante el máximo del 14 de Noviembre entre 50 y 100 meteoros por hora, por lo que este incremento animó a creer que un año más tarde podían disfrutar de una buena tormenta, cosa que no llegó a suceder pues no pasaron de las 40 por hora. Esto pudo ser debido a las perturbaciones gravitatorias que en 1870 y 1898 pudieron hacer Saturno y Júpiter, respectivamente, sobre la órbita del cometa. En 1901, en cambio, llegaron a verse 500 por hora desde EE.UU., el 15 de Noviembre. En 1902 la Luna impidió que se viera bien la lluvia y pocas Leónidas fueron detectadas. En 1903, en cambio, se observaron unos 140 meteoros por hora. En los siguientes años se volvió al nivel normal de lluvia, que en el caso de las Leónidas se cuenta entre 5 y 20 meteoros por hora.

El siguiente máximo se calculó para 1932. La actividad empezó a crecer en 1928, pues se vieron 50 por hora, si bien en 1929 esta tasa bajó a 30. Olivier pudo calcular que el radiante de las Leónidas era de 5-6º de diámetro y que la lluvia duraba unos 8-10 días. En 1930 y 1931 se vieron, respectivamente, 120 y 190 Leónidas por hora durante el máximo. En 1932 se alcanzaron las 240 por hora, así que aún siendo una lluvia interesante, la deseada tormenta no llegó a aparecer tampoco en esta ocasión. En los años siguientes, hasta 1939, la tasa de meteoros bajó a 30-40 fugaces por hora lo cual indica que la actividad fue más alta de lo normal durante doce años seguidos. Posteriormente, durante la década de los cuarenta y los cincuenta se volvió a los valores normales de 10-15 meteoros por hora. En esta época, sin embargo, se inauguró un nuevo método de observación astronómica, el radio-eco. El observatorio radioastronómico de Jodrell Bank fue el primero en hacer uso de este sistema para detectar estrellas fugaces, y las Leónidas fueron las primeras en ser estudiadas. Se detectaron 24 en 1946 pero en los años siguientes los niveles fueron muy bajos, entre 3 y 11 meteoros por hora entre 1947 y 1953. A finales de los cincuenta la tasa seguía siendo muy baja, motivo por el cual la lluvia de las Leónidas fue dejada olvidada por la inmensa mayoría de los aficionados. Así siguió hasta que en 1961 la actividad se incrementó a unas 60 por hora. Las Leónidas observadas se describieron com meteoros blancoazulados, muy rápidos y usualmente con estelas perdurables de unos 10º de longitud. Los años 1962 y 1963 bajaron a niveles normales de 15-20 meteoros, en 1964 subió ligeramente a 30 meteoros y en 1965 120 por hora.

Después de la desilusión general que hubo en 1899 y en 1932, cuando teóricamente iban a verse tormentas de Leónidas de igual modo que había sucedido en 1866 y 1833, los astrónomos consideraron que las perturbaciones gravitacionales habrían afectado lo suficiente a la órbita del Tempel-Tuttle como para que la Tierra no volviese a pasar cerca de la parte más densa del tubo cometario. Así las cosas, se calculó que la tasa de meteoros por hora podía llegar al centenar o más durante el máximo. Así fue para la mayoría de los observadores, pero los del Oeste de Norteamérica disfrutaron, en cambio, de un espectáculo superior al de la gran tormenta de 1833.

En la mañana del 17 de Noviembre de 1966 un grupo de astrónomos aficionados se había reunido bajo el oscuro cielo de Arizona para observar las Leónidas (fig. 5).

Figura 5: Brillante leónida fotografiada en 1966.

Como hemos señalado, las previsiones habían apuntado esta vez a la baja, 100 meteoros por hora. Seguramente eso es lo que esperarían encontrar tanto esos como otros observadores. Comenzaron la sesión a las 2:30 TL (8:24 TU) y durante la siguiente hora fueron observadas 33 Leónidas. Tras una pausa, comenzaron de nuevo la observación a las 3:50 TL y en una hora vieron 192 Leónidas. Hacia las 5:10 ya caían 30 meteoros por minuto y a las 5:54 TL calcularon unos 40 por segundo, es decir, 144.000 meteoros por hora !!!. A las 6:40 TL la actividad había bajado a 30 por minuto, si bien el crepúsculo astronómico ya había comenzado hacia nueve minutos. Desde el observatorio de Table Mountain llegaron a contarse 50 estrellas fugaces por segunndo a las 4:45 TL, lo cual indica una tasa de 180.000 meteoros por hora !!!, tasa que se mantuvo durante los siguientes diez minutos. Como para estar anotando los meteoros observados.

Tras la gran tormenta de 1966 los siguientes años, de 1967 a 1969, brindaron tasas de 100 a 150 meteoros por hora. En 1970 se volvió a la actividad normal de 15 meteoros por hora. En cambio, en 1971 la actividad volvió a subir a 170 meteoros por hora y en 1972 bajó a 40 por hora. Posteriormente, se volvió a niveles normales de entre 10 y 15 estrellas fugaces por hora.

Sólo a principios de la década de los noventa las Leónidas volvieron a despertar la atención de los observadores. y en 1994 la tasa ya se había incrementado hasta los 80 meteoros por hora. En 1995, no obstante, la tasa bajó a los 50 por hora. En 1996 volvió a aumentar un poco, llegando a los 60 meteoros por hora, detectándose un gran número de bólidos. Un año después, en 1997, a pesar de la molesta luz de la Luna llegaron a contabilizarse hasta 150 meteoros por hora, llegando a verse algunos bólidos de hasta magnitud -12 cuya estela permaneció en el cielo durante cerca de cuatro minutos.

Después de que la tasa de meteoros se incrementara en los años anteriores a 1998, los astrónomos empezaron a ofrecer diversos modelos para explicar el funcionamiento de las Leónidas, de modo que en el futuro se pudiera predecir con ciertas garantías el momento de los máximos y su tasa de actividad. Donald K. Yeomans, del Jet Propulsion Laboratory calculó las condiciones de cruces orbitales entre la Tierra y el cometa Tempel-Tuttle para un período de 2500 años desde el comienzo de nuestra era. La gráfica donde se presentan éstas demostraba, según él, que existe una relación directa entre los años de tormenta y el mayor acercamiento orbital. Así, en 1833 la distancia mínima entre las órbitas fue de 180.000 km, en 1866 de casi un millón de km, en 1899 1.5 millones de km, en 1932 cerca de un millón de km y en 1966 sólo medio millón de kilómetros. En 1998 el acercamiento máximo entre ambas órbitas fue de 1.2 millones de km. Así, aunque esta distancia dista mucho de lo que fue en 1833, dado que no era una separación especialmente alta Yeomans ya había especulado sobre la posibilidad de que la lluvia de 1998 tuviera un THZ de 350 a 1500 meteoros por hora.

Muchos astrónomos creyeron que en 1998 se produciría una nueva tormenta, principalmente porque la Tierra iba a cruzar el plano orbital del cometa Tempel-Tuttle 257 días después de que el propio cometa pasara por este punto de intersección interorbital (el llamado nodo descendente). Finalmente la tasa máxima de 1998 fue de unos 300 meteoros por hora, la tormenta esperada debía aguardar un poco más.

En 1998 los observadores europeos gozaron de una buena posición para observar el máximo de las Leónidas, y aunque los resultados fueron dispares debido a la inexactitud que conlleva el conteo de meteoros en grupo (pues se tiende a contabilizar varias veces un mismo meteoro ante la euforia y desconcierto general) se puede estimar una tasa máxima de unos 300 meteoros por hora. En 1998 el máximo se había predicho a las 19:43 TU del 17 de Noviembre pero éste se adelantó a la cita prevista entre 14 y 19 horas y permaneció activo unas cinco horas. Puesto que los últimos años los pasé en Alemania, era una auténtica lotería el que el día del máximo dispusiera de cielos despejados. Sin embargo, tuve la suerte de cara en 1998 y en un lapso de tiempo de unos 40', con el cielo parcialmente nublado, pude observar alrededor de una treintena de Leónidas, la mayoría de ellas muy brillantes (fig. 6).

Figura 6: Fotografía de 4 horas de exposición tomada durante el máximo de 1998 desde el observatorio de Modra, Eslovaquia. En el original se aprecian hasta 156 meteoros (tomado de http://comets.amsmeteors.org ).

El que no quiere no se contenta con lo que le toca. Los años siguientes sólo ví nevar ...

Aunque no hubo ninguna tormenta, en 1998 se pudieron ver muchos bólidos. M.E. Bailey, David J. Asher y V. Emelyanenko demostraron que dichos bólidos se produjeron debido a que la Tierra había cruzado una densa nube de partículas del tamaño de un guisante y más grandes, que habían sido dejadas por el Tempel-Tuttle durante su paso de 1333, es decir, 20 revoluciones antes. Dichas partículas se vieron atrapadas en una resonancia 5:14 con Júpiter con lo que en vez de esparcirse a lo largo de los siglos quedaron juntas en una nube.

Pasado 1998 algunos investigadores reconocidos como J. Rao apostaron por 1999, volviendo a aferrarse principalmente a la teoría de Yeomans sobre las distancias interorbitales. Otros expertos como Asher y McNaught idearon un modelo innovador de la órbita del Tempel-Tuttle en el que aparecían representadas las nubes meteóricas que dicho cometa había producido en sus últimos pasos por el perihelio. En 1999 ese atractivo modelo iba a ponerse a prueba.

Asher halló que en las grandes tormentas de 1833 y 1966 la Tierra había pasado por las nubes meteóricas producidas por el Tempel-Tuttle en 1800 y 1899, respectivamente. La nube de 1800 sólo había llegado a hacer una revolución cuando la Tierra la barrió en 1833, y la de 1899 llegaba a su segunda revolución cuando fue barrida en 1966. Se puede decir que cuando más reciente sea una nube más densa será, pues con el paso de las revoluciones dichas nubes se van difuminando en el espacio. Asher y McNaught predijeron que el máximo de 1999 tendría lugar a las 2:08 TU del 18 de Noviembre, llegándose a producir una tormenta si la Tierra pasaba sobre la nube de polvo dejada por el cometa progenitor en 1899 (fig. 7).

Figura 7: Trayectoria de la Tierra a través de las nubes cometarias del Tempel-Tuttle entre el 17 y 19 de Noviembre de 1999 (tomado de http://leonid.arc.nasa.gov ).

Siendo así, Europa y África iban a ser los lugares privilegiados desde donde observar dicho fenómeno. David Asher y McNaught predijeron una tasa de actividad de 1000 meteoros por hora. Otros fueron más optimistas. Peter Jenniskens, especialista de la NASA en meteoros suposo que se podrían ver del orden de 7000 por hora. También habían pesimistas, como Z. Wu y P. Williams que indicaban que en 1999 "only a few Leonids will be seen". J. Rao calculó que el enjambre de partículas que había producido la gran tormenta de 1966 iba a pasar en 1999 muy cerca de la Tierra, unos 400.000 kilómetros dentro de nuestra órbita, poco después de las 2:00 TU del 18 de Noviembre. Para Rao esto quería decir que podía producirse una tormenta del orden de varias decenas de miles de meteoros por hora.

Llegó 1999. La Agrupación Astronómica de la Safor había organizado una observación desde su finca de Marxuquera. Reporteros de la radio y la televisión se habían dado cita en aquel lugar junto a miembros de la AAS, aficionados y curiosos. Sin embargo, las noches de Noviembre son más bien frescas y las Leónidas no están hechas para los impacientes. Los medios de comunicación, tras varias horas de vigilia sin ver una sóla fugaz fueron los primeros en desertar. Tras éstos fueron abandonando también numerosas personas, incluso miembros de la propia AAS cuyas conciencias quedaron intranquilas desde entonces. Finalmente, los pocos que quedaron se llevaron su justo premio, pues pudieron contemplar entre la histeria, gritos y alboroto general unos 2500 meteoros por hora en el máximo. Yo, desde Alemania, ví una hermosa nevada.

El modelo propuesto por D. Asher (Armagh Observatory) y R. McNaught (Australian National University) había acertado en su predicción. Aunque el THZ de 1000 meteoros por hora se vió superado, su cálculo del máximo a las 2:08 TU fue prácticamente exacto. La International Meteor Organization (IMO) informó que el máximo se había producido a las 2:05 TU con un pico de 5000 meteoros por hora (fig. 8),

Figura 8: Máximo de las Leónidas registrado en 1999 (tomado de http://leonid.arc.nasa.gov ).

dándose la característica de una notable abundancia de meteoros débiles y una ausencia relativa de bólidos. Para hacernos una idea de lo que fue la tormenta de 1999, a continuación podemos ver la secuencia de actividad por tiempos y THZ:

Fecha
TU
THZ
Nov 17
06:00-10:00
16
Nov 17
16:00-20:10
30
Nov 17
19:00-22:00
53
Nov 18
00:30-01:00
130
Nov 18
01:00-01:15
490
Nov 18
01:15-01:30
770
Nov 18
01:30-01:45
1040
Nov 18
01:45-02:02
4100
Nov 18
02:00-02:15
5000
Nov 18
02:12-02:30
2400
Nov 18
02:43-02:47
1100
Nov 18
03:20-03:30
470
Nov 18
04:20-04:30
180

Diversos investigadores españoles y mejicanos pudieron comprobar y estudiar impactos de Leónidas sobre la superficie de la Luna. Las observaciones se realizaron sobre la parte no iluminada de nuestro satélite, con lo que en el momento del impacto un destello advertía de tal suceso. Los investigadores señalaron que las Leónidas que vemos desintegrarse en nuestra atmósfera, en la Luna, desprovista de este auténtico escudo protector, llegan al suelo produciendo cráteres de hasta 30 metros de diámetro. Los fragmentos tienen masas entre los 100 y 5000 gramos, con lo que viajando a una velocidad relativa de 260.000 kilómetros por hora su impacto puede liberar una energía equivalente a 3000 kilogramos de TNT.

Hasta 1999 nunca antes se había hecho registro fotográfico o en video de impactos meteóricos sobre la superficie de la Luna, así que esto fue otra de las novedades que aportaron las Leónidas de 1999. Algunos de los impactos llegaron a brillar hasta la magnitud 3, lo cual da una idea de la violencia de la colisión. Cuando una Leónida impacta contra la Luna vaporiza algo de polvo y roca, con lo que se puede formar una pequeña nube de sodio (componente característico del suelo lunar) que es detectada desde los observatorios terrestres. Incluso cuando la Luna no se ve molestada por impactos de meteoros, ésta está rodeada por un halo gaseoso denominado exosfera lunar. Dicha exosfera, no obstante, se compone únicamente por unos pocos cientos de átomos por centímetro cúbico lo que la hace ligeramente más densa que el vacío.

Sin embargo, los impactos de 1998, aunque menor en número, fueron mucho más violentos que los de 1999. Si recordamos, líneas atrás comentamos que en 1998 se observaron Leónidas especialmente brillantes, así que según indican D.J. Asher y R. McNaught es posible que estos impactos deban relacionarse con la mayor densidad que mostró la cola de sodio de la Luna aquellos días (fig. 9).

Figura 9: Cola de sodio de la Luna durante las Leónidas de 1998 (tomado de http://spacescience.com/headlines/images/lunarleonids2000/tail.gif ).

Incluso en 1999, cuando el THZ de las Leónidas fue mucho mayor, la cola de Sodio lunar no se mostró tan intensa como la de 1998, pues aunque mayor en número, los meteoros de 1999 eran mucho más pequeños. En el año 2000 no se pudieron observar impactos de Leónidas sobre la Luna, pues éstos se produjeron en el lado opuesto del disco lunar observable desde la Tierra. En 2001, en cambio, los observadores tendrán otra oportunidad. Lo más recomendable es dejar una videocámara acoplada a foco directo al telescopio y filmando la parte oscura de la Luna; con suerte, en una cinta de 4 horas podría quedar registrado algún impacto. En todo caso, habrá línea visual directa con la zona de colisiones únicamente al esconderse el Sol el día 18 de Noviembre.

En 2000 no hubo ninguna tormenta de Leónidas, si bien la actividad de la lluvia fue alta. El modelo desarrollado por David J. Asher y Robert McNaught había acertado en señalar en 1999 el momento del máximo, no así el THZ, pues se quedó corto. Esko Lyytinen acertó en cambio, en la hora del máximo y en su actividad, pero su modelo se vió afectado por el hecho de haber predicho otros dos máximos que no llegaron a ser observados. Para 2000, tanto el modelo de Asher y McNaught como el de Lyytinen coincidían en señalar que iban a verse tres máximos, pues la Tierra debería pasar por los restos dejados por el cometa Tempel-Tuttle en sus pasos de 1932, 1733 y 1866.

Las predicciones de los investigadores citados anteriormente indicaban que el primer máximo, el correspondiente a los desechos del cometa en 1932, se iba a dar a las 7:50-7:55 TU del 17 de Noviembre con un THZ de 100 meteoros según Asher-McNaught, de 250-500 según Rao, de 215 según Lyytinen, de 207 según Jenniskens y de 900 meteoros por hora según Göckel-Jehn. La madrugada del 17 de Noviembre el IMO confirmó que la actividad había sido buena, con un máximo a las 6:00 TU de 100 meteoros por hora. Un segundo pico de actividad se registró a las 8:10 TU con un THZ de 100 meteoros por hora. Éste último pico sería el correspondiente al máximo que había sido predicho para las 7:50-7:55.

Posteriormente, a partir de las 22:00 TU del 17 de Noviembre la actividad volvió a incrementarse estando durante toda la madrugada del 18 de Noviembre por encima de los 200 meteoros por hora. Los modelos señalaban que el segundo máximo se daría a las 3:40-3:44 TU del 18 de Noviembre con un THZ de 100 (Asher-McNaught), 700 (Lyytinen) ó 150 (Göckel-Jehn), actividad asociada a los restos dejados por el cometa en 1733. Esta predicción se confirmó, pues a las 3:45 TU se observó un segundo máximo de 300 meteoros por hora.

El tercer máximo previsto debía tener lugar a las 7:50-7:55 TU del 18 de Noviembre con un THZ de 100 meteoros por hora (Asher-McNaught), 20-2800 (Rao), 700 (Lyytinen), 300 (Göckel-Jehn) ó 72 (Jenniskens), asociándose a los restos dejados por el cometa en 1866. También este máximo fue corroborado en las observaciones, pues a las 7:50 TU se alcanzó un pico de 450 meteoros por hora (fig. 10).

Figura 10: Los máximos de las Leónidas en 2000 (tomado de http://www.infoastro.com/200011/18leonidas2320.html ).

Así mismo, de 2000 cabe destacar los bólidos rasantes que pudieron observarse desde América, tal y como había sucedido en Europa en 1998.

Por lo que hemos comprobado, tanto en 1999 como en 2000, las predicciones casi han acertado al minuto en señalar el momento de los máximos, por lo que deberemos confiar en que los cálculos que se han realizado para el año 2001 serán igualmente exactos. Sin embargo, en cuanto al THZ las predicciones aún no logran tener una fiabilidad absoluta.

Las Leónidas en 2001. En las páginas anteriores hemos hecho un recorrido a lo largo de la historia pasada y reciente de las Leónidas, para así poder llegar al 2001 con una buena base sobre la que poder ofrecer con ciertas garantías una visión de lo que nos podrá ofrecer la lluvia de las Leónidas este año.

Hemos visto como las predicciones elaboradas a partir del modelo de Asher y McNaught han acertado en señalar el momento de los máximos en 1999 y en 2000. Así pues, puesto que han demostrado la fiabilidad de su cálculo en los dos últimos años tendremos que aceptarlo una vez más. Estos investigadores han señalado que en 2001 se producirán tres máximos, los dos últimos practicamente solapados en el tiempo (fig. 11).

Figura 11: Trayectoria prevista de la Tierra a través de las nubes cometarias del Tempel-Tuttle entre el 17 y 19 de Noviembre de 2001 (tomado de http://leonid.arc.nasa.gov ).

El primero de los máximos tendrá lugar a las 10:01 TU del 18 de Noviembre, es decir, a las 11:01 tiempo local (TL) del Domingo 18 de Noviembre, a plena luz del día desde España. Este primer pico será debido a que la Tierra cruzara la nube meteórica dejada por el cometa Tempel-Tuttle durante su paso en 1767, hace ya 7 revoluciones. La lluvia podría alcanzar un THZ de 2500 meteoros por hora en este momento, si bien esto será visto únicamente desde América del Norte y América Central.

A las 17:31 TU del 18 de Noviembre (18:31 TL), se producirá el segundo de los máximos de las Leónidas, pues la Tierra entrará en contancto con la nube meteórica dejada por el cometa en 1699, hace 9 revoluciones. Asher y McNaught esperan un THZ de 9000 meteoros por hora, lo cual duplicaría la tormenta de 1999. Este máximo también nos lo perderemos, pues será visto desde Australia y el Este de Asia.

El tercero de los máximos será el más intenso y atractivo. Se producirá a las 18:19 TU del 18 de Noviembre (19:19 TL) cuando la Tierra barra la nube meteórica del cometa de 1866, que pasó hace 4 revoluciones. La actividad que se espera en ese momento será, según predicen Asher y McNaught, entre tres y cuatro veces más fuerte que la tormenta de 1999, pues podría alcanzarse un THZ de 15000 meteoros por hora (fig. 12).

Figura 12: Máximos de las Leónidas previstos para 2001 (tomado de http://leonid.arc.nasa.gov ).

Sin embargo, a menos que compremos un billete de avión que nos lleve bien lejos, deberemos resignarnos a quedarnos con la miel en los labios. Aunque a esa hora en España sea ya de noche y estemos en el tercer día de lunación, esas condiciones que pudieran parecer óptimas para nosotros quedarán, lamentablemente, muy lejos de la realidad. Para ver el máximo de las Leónidas es vital ver su radiante, situado en la constelación de Leo. Según el radiante se sitúe más alto en la bóveda celeste mejor serán las condiciones de observación de la tormenta de las Leónidas. Nuestra desgracia no será que el radiante esté bajo, sino simplemente que ni siquiera habrá salido por el horizonte Este. A las 19:19 TU la constelación de Géminis (con Júpiter) estará saliendo por el Este, y hasta tres horas después el radiante de las Leónidas no será visible desde España. Mala suerte. Quien quiera verlo tendrá que irse a Australia occidental o al Este o Sureste de Asia o Asia central.

Esko Lyytinen y Tom Van Flandern han elaborado sus propias predicciones. Según estos investigadores ser producirán hasta cinco máximos a lo largo del Domingo 18 de Noviembre. Éstos tendrán lugar a las 9:58 TU (THZ 2000), 12:00 TU (THZ 110), 14:10 (THZ 60), 17:42 (THZ 1500) y 18:22 TU (THZ 6100), relacionados con los desperdicios dejados por el cometa Tempel-Tuttle en sus pasos por el perihelio de los años 1767, 1800, 1833, 1699 y 1866, respectivamente. Los marcados en negrita coinciden prácticamente con los previstos por el modelo de Asher y McNaught.

La predicción más pesimista es la de Jenniskens, pues prevee un THZ de 72 meteoros por hora durante el máximo de las 18:19 TU del 18 de Noviembre.

El que sepamos con seguridad que en el momento del máximo nos vamos a encontrar en las antípodas de donde debieramos estar para observarlo en toda su magnificencia, no significa que no podamos observar una lluvia decente de Leónidas. Es difícil predecir el THZ que podremos observar desde aquí, tal vez entre 100 y 200 meteoros por hora, que ya estaría muy bien. En todo caso, es posible que durante el máximo tengamos la oportunidad de ver los famosos bólidos rasantes de las Leónidas, es decir, estrellas fugaces muy brillantes que cruzan de lado a lado el cielo.

Desde la Agrupación Astronómica de la Safor, aprovechando las buenas condiciones que ofrecerá esta efeméride al caer en un fín de semana, y dada la aceptación que tuvo la experiencia del seguimiento de las Perseidas el pasado 12 de Agosto, vamos a proponer una doble jornada de observación de las Leónidas. Si las nubes lo permiten y contamos con unas condiciones óptimas de observación pretendemos realizar un seguimiento de la lluvia que debería prolongarse durante toda la noche del sábado 17 de Noviembre y madrugada del Domingo 18 de Noviembre (primera jornada), y la noche del 18 de Noviembre (segunda jornada). Los que estén interesados en formar parte del equipo activo de observación deberán ponerse en contacto previamente conmigo. Sería conveniente llevar cámaras fotográficas réflex con trípode (si es posible con seguimiento ecuatorial) y carretes (preferentemente de diapositivas) de alta sensibilidad. Es un día perfecto para obtener imágenes de gran belleza (fig. 13).

Figura 13: Fotografía tomada por M. Jones, miembro de la St. Louis Astronomical Society, la mañana del 17.Nov.1998 (tomado de http://comets.amsmeteors.org ).

Leónidas de 2002. Después de haber echado por Tierra las esperanzas de los que no vieron la tormenta de 1999 y querían desquitarse de aquel percance observando lo que podría ser una gran tormenta con un THZ tres o cuatro veces mayor, no quiero acabar este artículo sin ofrecer a modo de aperitivo las efemérides para las Leónidas del año 2002, pues de esas algo si podría tocarnos.

Según Asher y McNaught el año que viene se producirán dos máximos. El primero tendrá lugar a las 4:00 TU (5:00 TL) del Martes 19 de Noviembre. A esa hora nuestro planeta cruzará la nube cometaria que dejó el Tempel-Tuttle en su paso de 1767, hace 7 revoluciones. El radiante de las Leónidas lo tendremos a más de 60º de altura sobre el horizonte Sur, y la Luna, aunque llena, estará a unos 100º del radiante perdiéndose por el horizonte Oeste. A pesar de la Luna llena, si Asher y McNaught aciertan en su predicción del THZ, la del 2002 debería ser nuestra gran oportunidad. Calculan que durante el primero de los máximos previstos la actividad podría rondar los 15000 meteoros por hora, es decir, tanto como durante el máximo que han previsto para 2001. En esas condiciones, la tormenta debería verse desde el Oeste de África y Europa y el Norte de Canadá. Ahí si que nos la jugamos, así que espero que ese día salga un precioso cielo y que estas predicciones acierten plenamente en sus cálculos.

De todos modos, el segundo máximo de 2002 será aún mucho más intenso. Asher y McNaught preveen un THZ de 30000 meteoros por hora, entre 6 y 8 veces más fuerte que el de la tormenta de 1999. No obstante, éste se producirá a las 10:36 TU (11:36 TL) del Martes 19 de Noviembre, a plena luz del día desde España. Será observable desde América del Norte. Los meteoros tendrán su origen en los desechos dejados por el cometa Tempel-Tuttle en su paso por el perihelio en 1866 (fig. 14).

Figura 14: Máximos de las Leónidas previstos para 2002 (tomado de http://leonid.arc.nasa.gov ).

Tormentas de estrellas fugaces se ven una vez en la vida, y éstas son las Leónidas. Los que no tuvimos la fortuna de ver la tormenta de 1999 desde España (THZ 5000), podemos volar a Asia para ver el máximo de 2001 (THZ previsto 15000), o jugárnosla a una carta observando el primer máximo de 2002 desde España (THZ previsto 15000) o el segundo de 2002 desde América del Norte (THZ previsto 30000). La tormenta de las Leónidas es algo único y si podemos, no debemos dejar pasar la oportunidad de observarla.

D.K. Yeomans calcula que en Agosto de 2029 el cometa Tempel-Tuttle sufrirá una perturbación gravitatoria al pasar a 1.5 millones de kilómetros de Júpiter, de modo que la distancia orbital del cometa se incrementará 2.5 millones de kilómetros. Por esto, no será hasta 2098 cuando se vuelva a tener la oportunidad de observar una tormenta y, al menos en los siguientes 400 años (excepto en 2131), las distancias interorbitales serán suficientemente altas como para imperdir la producción de tormentas. Así las cosas, los años 2001 y 2002 suponen nuestra última oportunidad para observar y disfrutar de la Tormenta Perfecta.

J.L.G., 29 de Agosto de 2001

Bibliografía:
J. Lull "Tempel-Tuttle. El padre de las Leónidas", Huygens 11 (1998).
J. Rao "The Leonid Meteor Storm. Is this Year?", Sky & Telescope 98:5 (1999).
Á. Requena "Leónidas 99", Huygens 22 (2000).

Internet:

http://star.arm.ac.uk/leonid/index.html
http://web99.arc.nasa.gov/-leonid/1998.html

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http://www.lowell.edu/users/farnham/tt/index.html
http://www.imo.net/leo99/leo99index.html
http://comets.amsmeteors.org
http://sci2.estec.esa.nl/leonids/leonids2000/report.html

http://leonid.arc.nasa.gov/comet.html
http://leonid.arc.nasa.gov/meteor.html

http://www.iac.es/gabinete/noticias/2000/leonidas/leonidas.htm
http://www.infoastro.com/200011/18leonidas2320.html
http://www.infoastro.com/199911/18leonidas-actividad.html

http://www.infoastro.com/especiales/leonidas98.html

http://www.skypub.com/sights/meteors/leonids/king.html

http://www.spaceweather.com/meteoroutlook/lunarleonids.html
http://spacescience.com/headlines

http://www.rog.nmm.ac.uk/leaflets/solar_system/leonids.html

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