Cuando el eje apunte a la estrella Vega
Josep Emili Arias
bella_trix@navegalia.com
Dentro de 12.500 años si aún se conserva la
inteligencia humana en este planeta y de quedar algún romántico
navegante que quisiera orientar el rumbo nocturno con su sextante náutico
tendrá que situarlo en alineación a la estrella Vega (Alpha Lirae),
futura estrella polar sobre la que nos girará todo el firmamento y de la
que partirán todas las coordenadas celestes. Pues de aquí a unos
siglos la actual estrella polar en la Osa Menor, Alpha Ursae Minoris, dejará
de ser la estrella polar a la que apunta el eje Norte terrestre, para volver a
serlo dentro de unos 26.000 años. De igual forma, hace poco más
de 500 años un Almirante genovés en su primer travesía hacia
el Nuevo Mundo dejó escrito en el cuaderno de bitácora de la nave
Santa Maria: "Cuando intento determinar astronómicamente la dirección
Norte encuentro imprecisiones, la estrella polar de la Osa Menor no siempre apunta
el Norte exacto". Efectivamente, en esos años la que hoy es la actual
estrella polar aún difería 3 grados para estar alineada con el eje
Norte. Como también, desde el año 4.800 a.C. y hasta el inicio de
la era cristiana el eje Norte polar apuntaba a la estrella Thuban (Alpha Draconis)
utilizada a tal fin por los egipcios. Posteriormente y hasta bien entrado el segundo
milenio no hubo estrella de referencia que desempeñase el papel de la Polar
con la que poder precisar la cartografía celeste y la navegación.
Cabe hacer mención que la actual estrella polar de la Osa Menor no está
situada en la diana perfecta del eje Norte terrestre, en realidad se encuentra
a 44 minutos y 11 segundos. Su acercamiento máximo se producirá
en el año 2020. Por tanto, Alpha Ursae Minoris también describe
un minúsculo círculo en su movimiento entorno al polo Norte celeste
(Foto 1).
"Pasar
olímpicamente" de la Polar
Hace 10 años, cuando ensamblábamos
un telescopio de montura ecuatorial aprovechábamos la ocasión para
poder explicar, muy didácticamente, las primeras nociones de astronomía
para neófitos. Hoy, y desde hace bastantes años, gran parte de los
telescopios (la gama LX Meade) salen al mercado con montura de horquilla y se
han llevado por delante la mejor didáctica para divulgar la mecánica
terrestre a novatos principiantes en estas artes. Desde hace bastantes años
en los telescopios se prescinde del clásico catalejo polar para orientar
y alinear, así, la estructura base en paralelo al eje terrestre. Hoy, muchos
de estos telescopios con sus microprocesadores realizan un alineamiento rápido
con una primer lectura celeste de gran angular, cogiendo referencia de tan sólo
dos o tres destacadas estrellas. Pero gustosamente valorando la precisión
de estas nuevas tecnologías, la electrónica y la informatización
han llevado a que la estrella Polar y la latitud sean nociones para la historia
de la astronomía amateur.
La Luna consolida el eje
Este tercer movimiento de la Tierra
donde tanto conspira el eje terrestre es conocido como la Precesión de
los Equinoccios y su mecánica consiste en que el eje inclinado de la Tierra,
sin variar su ángulo de 23,27 grados, este eje muy lentamente, en el transcurso
de milenios, va describiendo o proyectando un círculo celeste en forma
cono o trombo (ver ilustración). En un año el eje se desplaza circularmente
tan sólo unos 50 segundos de arco, completando una revolución o
ciclo en 25.790 años. Es como el giro o bamboleo de una peonza cuando la
tocamos con el dedo. Este lento movimiento axial viene provocado por la gravedad
solar y en mayor grado por la que ejerce la Luna sobre el abombamiento ecuatorial
que presenta la Tierra. En gran parte, la Luna, nuestro satélite de inusuales
dimensiones, es la responsable de moldear y estabilizar el eje terrestre para,
así, garantizar esta alternancia de diversidad climática en los
periodos estacionales.
Aprovecho la ocasión para explicar que la palabra
-Precesión- del equinoccio deriva del latín proecessione, reticencia,
retener, retraso. Es decir, significa que un punto celeste de referencia (una
estrella, el punto equinoccial) con el paso del tiempo, digamos un año
trópico, presenta y experimenta un movimiento retrógrado en sentido
opuesto al Sol. El eje realiza este lento movimiento de precesión en sentido
contrario al movimiento orbital de translación de la Tierra. Con el paso
del tiempo las coordenadas de longitud celeste sufren y acumulan un retraso que
hay que corregir con nuevas cartas de coordenadas estelares. En el siglo II a.C.
fueron los astrónomos griegos Hiparcos de Nicea y Timócaris los
primeros en percatarse de este movimiento de precesión del eje terrestre.
Refuerzo climático
Lo que determina el verano en un hemisferio
es el punto de la orbita donde el eje, Norte o Sur, encara y expone su máxima
inclinación hacia el Sol (solsticio de verano en ese hemisferio). En el
año 12.500 d.C. el eje terrestre ya habrá adoptado una dirección
opuesta a la actual, apuntando hacia la estrella Vega y, en consecuencia, los
veranos en el hemisferio Norte tendrán lugar en un momento cercano a la
mayor proximidad al Sol (perihelio en julio), quedando nuestro hemisferio expuesto
a una mayor e intensa insolación. Este fenómeno llamado refuerzo
e intensificación climática de las estaciones tendrá efectos
de máximas fluctuaciones térmicas, veranos tórridos e invierno
más gélidos (Foto 2).
Ahora bien, actualmente en el hemisferio Sur si se está dando esta combinación de factores orbitales donde los veranos australes, la máxima inclinación del eje Sur orientado al Sol, coincide durante el momento de su mayor proximidad solar (perihelio, 4 de enero), y los inviernos, la máxima inclinación axial opuesta al Sol, coincidiendo durante el mayor distanciamiento orbital al Sol (afelio, 5 de julio). Pero, ¿por qué allí no se está dando este refuerzo climático con pronunciados picos térmicos?. La respuesta, no es otra, que en el hemisferio Sur hay mucha más superficie oceánica que continental y, con ello, esta mayúscula masa de agua consigue atemperar y suavizar las temperaturas extremas. Por tanto, es el hemisferio Norte con su mayor concentración de masa continental el que ostenta el predominio climático del planeta. Cabe destacar que este movimiento de precesión del eje terrestre es, junto a ligeras variaciones de la oblicuidad del eje (fluctúa de 22º a 24º5), como también de la excentricidad de la orbita terrestre, los tres parámetros orbitales estrechamente relacionados con los periodos de crisis climática por excelencia, las glaciaciones.
No se ha mencionado el sub movimiento de nutación dentro del mismo movimiento de precesión por considerar que este artículo pudiese parecer demasiado agobiante.
La mejor web:
www.qarlos.free.fr/astronomia/WebPages/precesion.htm