TYRANNOSAURUS REX y el cráter de la muerte

Amparo Lozano

Hace un tiempo se me propuso hacer el comentario de unos libros y, aunque con un poco de demora paso a haceros la entrega del primero de ellos:
W. Alvarez. Tyrannosaurus rex y el cráter de la muerte. Crítica (Barcelona 1998)

El autor Walter Alvarez es profesor de Geología y Geofísica en la Universidad de California en Berkeley y miembro de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos.
Se trata de un libro de divulgación que a través del relato nos va a introducir, en el primer capítulo, en una de las posibles descripciones de lo que ocurría en la Tierra antes, durante y después del enorme impacto que un meteoro o cometa (aún por determinar) causó en ella hace unos 65 millones de años allá en Chicxulub en el golfo de México ¡ Qué recuerdos!
El cambio que se originó en la biosfera de la Tierra debido a las consecuencias fue muy brusco, debemos tener presente que se ha calculado el tamaño del objeto en unos 10 km de diámetro y la velocidad con la que chocó en unos 30 km/seg. Ello provocó una serie de efectos devastadores, entre los más inmediatos se dieron dos fortísimas ondas de choque, se formó el cráter y la expulsión de gran cantidad de eyectos; la nube de roca vaporizada formó una enorme bola de fuego que salió lanzada hacia el espacio exterior; grandes cantidades de CO2 fueron liberadas y del agitado mar surgió un enorme tsunami. Más tarde los incendios, terremotos y los violentos vientos fueron amainando, pero la Tierra se volvía fría y oscura debido a las enormes cantidades de polvo que iba cayendo. Cuando se disipó la atmósfera, el dióxido la fue calentando al tiempo que caía una gran lluvia ácida.
No es por tanto de extrañar, que más de la mitad de especies tanto de plantas como de animales se exterminaran, como ocurrió con los dinosaurios (debido probablemente a su tamaño y a su posición en la cadena alimentaria) y que otras especies, entre ellas los mamíferos, se adaptaran y proliferaran. Hay razones para considerar que si no se hubiera producido este hecho en la Tierra hoy estaría poblada por los descendientes ligeramente evolucionados de los dinosaurios en un mundo en el que los seres humanos ¡no habríamos aparecido nunca!

Nos cuenta cómo en 1975 a partir del estudio de un estrato de los Apeninos italianos que marca el límite KT (frontera entre los períodos Cretácico y Terciario, 65 millones de años), se inicia un largo y apasionante camino que terminaría en 1992 con la confirmación de la hipótesis del impacto como causa de la extinción.
En este estrato aparecía una capa de arcilla de 1 cm de espesor carente de ciertos microfósiles (foraminíferos) que sí se encontraban en el último estrato cretácico y en el primero del terciario. Este hecho le cautivó planteándose qué causó esta extinción tan brusca y su interés creció cuando conoció que ésta era aproximadamente de la misma edad que la desaparición de los dinosaurios.
Era necesario determinar el tiempo que había tardado en depositarse el estrato de arcilla, ya que si había sido muy rápida podría sugerir una causa súbita, pero la deposición lenta indicaría que había sido de manera gradual.
Se sugirió la idea de medir la tasa de deposición de polvo meteorítico, ya que éste cae constante sobre la Tierra. Para ello optaron por buscar en las muestras iridio, pues su presencia sobre los depósitos y sedimentos de la Tierra es menor debido a que es absorbido por el hierro, y mediante el análisis de activación de neutrones se encontraron con una tasa sorprendentemente elevada. Posteriormente se hallaría en otros afloramientos KT.

Con ello tomaba cuerpo la idea de un acontecimiento extraterrestre y en un primer momento se pensó en una supernova que quedaría descartada al no halarse en las muestras plutonio-244; por tanto debía deberse a un impacto de inmensas proporciones.
La cuestión principal era encontrar el cráter producido por el impacto, que después de cierto descubrimiento se concretó que debía haberse producido en el océano, pensando que era improbable su localización. Una idea vino a superar esta dificultad, el impacto en el océano (más tarde sabrían que no fue así) habría formado un tsunami que habría dejado señales de depósitos de enormes olas en la época del límite KT cerca de la orilla de algún océano. Empezaron el rastreo, y en 1990, gracias a los datos aportados por otro geólogo, se empezó a centrar el interés en el golfo de México y la península de Yucatán.

Otra manera de rastrear el tsunami era buscar una brecha en el registro sedimentario (faltaría la parte superior cretácica) debido a la erosión producida por la ola gigante, incluso si realmente había sido en el océano, la erosión de los márgenes de los márgenes continentales circundantes podría indicar dónde estaba el cráter. Se indagó en los registros del Proyecto de Perforación del Océano y sólo había uno que contenía esta laguna sedimentaria y provenía del golfo de México; justo sobre la parte superior del Cretáceo que faltaba había un lecho arenoso, con huellas de fuertes corrientes y llenos de motitas de arcilla que podían ser vidrio alterado, pero las muestras se habían perdido en un incendio.
Se iniciaron contactos con geólogos que habían trabajado para la compañía petrolera nacional de México, ya que eran los únicos de la estructura de la zona y además los datos de estos estudios eran confidenciales. (un inciso: hacia los años 40 se había efectuado una inspección de gravedad del fondo del golfo y se había detectado una enorme estructura circular, enterrada bajo la superficie y centrada en el puerto de Chicxulub. En 1954 se perfora no encontrándose petróleo, sino una roca cristalina, dura y densa con una composición similar a un tipo de roca volcánica que dio lugar a pensar que se trataba de un volcán enterrado. En 1970 Camargo y Penfield volvieron a estudiar la estructura y descartando que fuera un volcán se plantearon si se trataba de un cráter de impacto de una dimensiones enormes.
En 1981 en un congreso expusieron estos datos, y lo curioso es que hasta 10 años más tarde no se relacionó el cráter de Chicxulub con el impacto KT).
Una vez establecida esta probable relación se tenía que comprobar qué edad tenía el cráter para ver si coincidía con el periodo de la extinción. Se decide buscar afloramientos cercanos con sedimentos KT, encontrando uno en el que los eyectos se hallaban mezclados en un depósito de tsunami exactamente en el nivel estratigráfico de la extinción en masa. Se analizaron las muestras en busca de vidrio, ya que éste se forma cuando una roca fundida se enfría rápidamente y además conserva la composición química original del material fundido. Se encontró tanto en estas muestras como en otras procedentes de otras zonas y también en los antiguos testigos de la perforación del cráter, hallados providencialmente a finales de 1991. Pudiéndose así comprobar así que estos eyectos procedentes de afloramientos, más o menos cercanos, procedian realmente de Chicxulub.

En 1995 el enigma se centraba en saber cómo se habían dispersado los eyectos por todo el mundo y dar solución a la asimétrica distribución de cuarzo colisionado en distancias equidistantes del cráter, así cómo la presencia de dobles capas de gotas de material fundido. La rotación de la Tierra explicaba que los eyectos aterrizaran al oeste de los puntos a los que se dirigían siempre que hubieran sido lanzados en trayectorias pronunciadas; la sugerencia de que hubieran dos bolas de fuego gaseosas tras el impacto determinaría los diferentes ángulos de expulsión del cuarzo y de las gotas de material fundido.

A partir de este momento geólogos y geofísicos estudian el cráter y sus alrededores, la Universidad Nacional Autónoma de México ha podido alcanzar la capa superior de eyectos sepultada y cuenta con el ambicioso proyecto de realizar una perforación profunda. Las preguntas han cambiado y aún queda mucha información por desentrañar.

Para la Geología supuso una gran convulsión, entonces (realmente hasta hace muy poco tiempo) la tesis imperante era el "uniformitarismo", teoría según la cual los cambios en la historia de la Tierra han sido graduales, y con ella se daba respuesta adecuada a los estudios de la época, entre ellos la tectónica de placas. Por tanto, no había cabida para catástrofes más grandes que enormes terremotos o erupciones volcánicas. Era tal el convencimiento de la gran mayoría de geólogos que obviaron los datos aportados por las sondas espaciales o los estudios de las muestras lunares que indicaban que los cráteres de impacto son la regla en el Sistema Solar.
En la actualidad se aceptan los hechos catastróficos en el marco de que la mayor parte del cambio que experimenta la Tierra es gradual. Estudios del registro fósil desde el final del Precámbrico (570 millones de años) proporcionan evidencias de cinco grandes extinciones en masa y cinco más pequeñas, la del límite KT es la más reciente de las primeras.

He obviado los nombres de las muchas personas que intervinieron en esta investigación de una manera u otra, así como mucha información, por ello y por las posibles inexactitudes que he podido cometer os aconsejo su lectura.

Una anécdota: en el viaje de este verano por la península de Yucatán no podía faltar hacer una visita testimonial a Chicxulub. De camino llegamos a pensar si, en este pequeño pueblo, encontraríamos "recuerdos" o cuanto menos algún bar o tienda con algún nombre alusivo al acontecimiento. Pues no, no sólo no había ningún detalle que lo recordase sino que cuando nuestro intrépido Josep Emili entró a una tienda a preguntar creyeron que estaba hablando de ¡un cohete pirotécnico!, y después de unas breves explicaciones por nuestra parte sonrieron y nos miraron con ojos condescendientes...

Un comentario a los compañeros de viaje: se cartografió en un mapa de Yucatán la distribución de cenotes (1) y encontraron que forman un anillo circular casi perfecto que resigue el cráter , o sea que son huellas del mismo en la superficie!!!

(1) Cenote:depósito de agua alimentado por corrientes subterráneas. En México y otras partes de América, a menudo abastecen de agua a pueblos.

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